Análisis

El mundo de Emmanuel y el fin del capitalismo

 

Resumen

Este texto adopta una visión holística de la obra de Arghiri Emmanuel para explorar la lógica interna y las conexiones entre sus principales escritos. También aplica su obra al capitalismo del siglo XXI a través de la lente del materialismo histórico. Este enfoque analítico se basa en la profunda contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que explica cómo las relaciones de producción coloniales e imperialistas allanaron el camino para un desarrollo dinámico de las fuerzas productivas en el centro del sistema-mundo y por qué han bloqueado el desarrollo en la periferia. El artículo examina cómo este modelo de acumulación ha alcanzado sus límites en términos de explotación tanto de las personas como de la naturaleza, sosteniendo que las relaciones de producción del capitalismo mundial se están convirtiendo en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, anunciando así el fin del capitalismo.

Introducción

Este ensayo sitúa las ideas y el análisis conceptual de Arghiri Emmanuel en el contexto económico y político actual. Emmanuel es conocido sobre todo por su obra seminal El intercambio desigual, pero su investigación también abordó ampliamente otros elementos de la economía política, como, por ejemplo, las contradicciones fundamentales del modo de producción capitalista, el papel de la tecnología en el desarrollo de las fuerzas productivas y la transición hacia el socialismo. No es sorprendente, a la vista de El intercambio desigual, que la obra de Emmanuel muestre una coherencia distintiva en cada una de estas cuestiones.

El intercambio desigual se publicó por primera vez en 1969 en francés y fue traducido rápidamente al inglés, italiano, español, portugués y serbio. El libro tuvo un impacto significativo en el debate académico sobre la «teoría de la dependencia», ya que fue el primer estudio exhaustivo y detallado sobre el comercio internacional en examinar la desigualdad mediante la óptica de la teoría marxista del valor.

La ganancia y las crisis

En 1974, la segunda gran contribución de Emmanuel a la economía política, La ganancia y las crisis, fue publicada en francés por Éditions Maspero en París. Poco después, el libro se publicó en español e italiano. Sin embargo, Emmanuel tuvo dificultades para conseguir un editor inglés de izquierdas para el libro. Las implicaciones políticas presentadas por Emmanuel en El intercambio desigual sobre la clase obrera en el centro imperialista no le granjearon muchos amigos políticos en Norteamérica y en Europa Occidental [1]. En una carta a Immanuel Wallerstein en 1976, Emmanuel reflexionaba sobre el problema de encontrar un editor para La ganancia y las crisis:

La paradoja es que, a diferencia de El intercambio desigual, que suscitó hostilidad en todo el mundo, esta vez las críticas son favorables casi al cien por cien. Esto parece razón suficiente para que la gente no se entusiasme con él [2].

Encontrar una editorial inglesa que publicara La ganancia y las crisis tomó cerca de diez años, hasta que Heneman editó el trabajo en 1984. La ganancia y las crisis aborda la contradicción fundamental del capitalismo: la creación de una sobreproducción y un subconsumo recurrentes que producen una crisis del capital. Como escribió Marx:

La superproducción tiene como condición, especialmente, la ley general de producción del capital, [que consiste en] producir a tono con las fuerzas productivas (es decir, de la posibilidad de explotar el mayor volumen posible de trabajo con un volumen dado de capital) sin preocuparse de los límites establecidos por el mercado o por las necesidades solventes [3].

Como en El intercambio desigual, el método de Emmanuel consiste en una crítica de los economistas clásicos; esta vez, del francés J.B. Say (1767-1832). Say sostenía que la producción crea su propio mercado, manteniendo el sistema en un equilibrio natural [4]. Sin embargo, la experiencia histórica indicaba que el capitalismo no tenía problemas para producir mercancías, sino para venderlas. Incluso si los capitalistas fueran capaces —que no lo son— de predecir la cantidad exacta y la calidad de las mercancías que desea el consumidor, el poder de consumo generado por la producción no es suficiente para comprar todos los productos, realizar la ganancia y proseguir la acumulación.

A primera vista, la tesis de Say parece lógica. La parte del precio que el productor ha gastado en materias primas, materiales auxiliares, máquinas, fábricas, etc., puede asegurar su parte del poder adquisitivo para las mercancías incluso antes de que estén terminadas. Los salarios pagados y los beneficios obtenidos por los subcontratistas crean su parte de la demanda. Los trabajadores que producen las mercancías pueden comprar su parte del producto acabado y el beneficio puede comprar el resto. Todo esto parece garantizar el equilibrio entre la producción y el poder adquisitivo.

Sin embargo, Emmanuel insistía en un desequilibrio estructural entre producción y poder adquisitivo. El componente salarial no era un problema: se convierte en poder de consumo en cuanto se paga. Era el otro componente en el lado del consumo de la balanza —la ganancia capitalista— el que constituía un problema. Los beneficios no están disponibles hasta que se venden todas las mercancías, y no todas las mercancías se venden, por lo que el beneficio no se realiza. Por tanto, el poder adquisitivo se encuentra siempre un paso por detrás de la oferta, como confirma el simple hecho de que siempre se pueden conseguir mercancías a cambio de dinero, pero no siempre dinero a cambio de mercancías.

El desarrollo del «intercambio desigual» se convirtió en la solución histórica para mediar la contradicción entre la necesidad del capitalismo de expandir la producción, por un lado, y la capacidad del poder de consumo de absorber las mercancías producidas, por otro. Para ser más específicos: el desarrollo del colonialismo, recurriendo a la superexplotación en la periferia, generó la transferencia de valor necesaria para elevar el nivel salarial en el centro —indispensable para consumir la creciente producción y realizar así la ganancia a través de la venta. Esto no fue una astucia del capital; fue el resultado del desarrollo del colonialismo y de la lucha de la clase obrera en Europa. Emmanuel escribió: «la sobreproducción […] está siempre latente en el capitalismo y se manifiesta bajo ciertas condiciones. […] Después de 1870, la lucha sindical y el aumento de los salarios ayudaron al capitalismo avanzado a salir de este dilema, al menos hasta cierto punto» [5].

De este modo concreto, “la historia” encontró una vía para que la contradicción del modo de producción capitalista pudiera avanzar y prolongar el desarrollo de las fuerzas productivas: creó un desarrollo económico dinámico en el centro y una crisis permanente en la periferia. Para comprender la dinámica del capitalismo global, el papel del poder de consumo merece tanta atención como el poder de producción [6].

El desarrollo global de las fuerzas productivas

La estructura centro-periferia creada por el colonialismo europeo liberó las fuerzas productivas. De manera dialéctica, Marx afirmaba, por un lado, los rasgos positivos y progresistas del capitalismo: nueva tecnología y desarrollo de la ciencia, industrialización, urbanización, alfabetización de masas, etc. Por otro lado, denunciaba la explotación, la alienación humana, la mercantilización de las relaciones sociales, la falsa ideología, el colonialismo y su correlativo exterminio de masas —todo lo cual es inherente al proceso de modernización.

Esta concepción dialéctica del capitalismo impregnó los escritos de Marx. En el Manifiesto Comunista, Marx describía el surgimiento del capitalismo como una etapa progresiva del desarrollo histórico. En las primeras páginas reseñaba la «industria moderna», la «sociedad burguesa moderna», los «obreros modernos», el «poder estatal moderno», las «fuerzas productivas modernas» y las «relaciones de producción modernas» [7]. En el prefacio de El Capital, Marx escribía que el «objetivo final» del libro estribaba en «revelar la ley económica del movimiento de la sociedad moderna» [8]. Marx defendía esta modernidad porque preparaba el camino hacia una modernidad más desarrollada: el socialismo [9]. En 1847, Friedrich Engels escribía también sobre el papel progresista del capitalismo, que allana el camino al socialismo:

Incluso en tierras bastante bárbaras la burguesía está avanzando. […] ¿Qué hay de todos los gloriosos avances de la ‘civilización’ en tierras como Turquía, Egipto, Túnez, Persia y otros países bárbaros? No son más que una preparación para el advenimiento de una futura burguesía. […] Dondequiera que miremos, la burguesía está haciendo estupendos progresos. Lleva la cabeza alta y desafía con altivez a sus enemigos. Espera una victoria decisiva y sus esperanzas no se verán defraudadas. Pretende modelar el mundo entero según sus criterios, y lo conseguirá en una parte considerable de la superficie terrestre. No somos amigos de la burguesía. Eso lo sabe todo el mundo. No podemos evitar una sonrisa irónica cuando observamos la terrible seriedad, el patético entusiasmo con que los burgueses se esfuerzan por alcanzar sus objetivos. Realmente creen que trabajan en su propio beneficio. Son tan miopes que creen que con su triunfo el mundo adquirirá su configuración definitiva. Sin embargo, nada es más claro que el hecho de que en todas partes nos están preparando el camino a nosotros, a los demócratas y a los comunistas; que, a lo sumo, ganarán unos pocos años de turbulento disfrute, para luego ser inmediatamente derrocados. Detrás de ellos está en todas partes el proletariado: a veces participando en sus esfuerzos y en parte en sus ilusiones, como en Italia y Suiza; a veces silencioso y reservado, pero preparando secretamente el derrocamiento de la burguesía, como en Francia y Alemania; finalmente, en Gran Bretaña y América, en abierta rebelión contra la burguesía dominante. […] ¡Así que seguid luchando valientemente, gentiles amos del capital! Os necesitamos para el presente; aquí y allá os necesitamos incluso como gobernantes. Tenéis que eliminar de nuestro camino los vestigios de la Edad Media y de la monarquía absoluta; tenéis que aniquilar el patriarcalismo; tenéis que llevar a cabo la centralización; tenéis que convertir a las clases más o menos desprovistas de propiedad en auténticos proletarios, en reclutas para nosotros; con vuestras fábricas y vuestras relaciones comerciales debéis crear para nosotros la base de los medios materiales que el proletariado necesita para alcanzar la libertad. En recompensa, se os permitirá gobernar durante un breve período. Se os permitirá dictar vuestras leyes, regodearos en los rayos de la majestad que habéis creado, ofrecer vuestros banquetes en los salones de los reyes y tomar por esposa a la bella princesa, ¡pero no olvidéis que ‘el verdugo está a la puerta’! (Heinrich Heine, Ritter Olaf) [10].

Como sabemos, el rostro del verdugo permanece bien oculto. En la época del Manifiesto Comunista, Marx y Engels creían que el capitalismo sería un asunto más bien breve, de décadas y no de siglos. Sin embargo, la contradicción del modo de producción capitalista entre la expansión de la producción y el poder de consumo promovió su globalización. Marx escribe: «cuanto más se desarrolla la producción capitalista, más se ve obligada a producir a una escala que no tiene nada que ver con la demanda inmediata, sino que depende de la constante expansión del mercado mundial» [11].

En el Manifiesto Comunista, Marx describió ya esta temprana tendencia a la globalización:

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. […] La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza [12].

No era sólo una cuestión de nuevos mercados; Marx percibía el desarrollo del capitalismo como un proceso centrífugo que se extendería rápidamente por todo el planeta. El capital inglés se aventuraría por todas partes y convertiría el resto del mundo en una imagen especular de Inglaterra. En El Capital, Marx escribía: «el país más desarrollado industrialmente sólo muestra al menos desarrollado la imagen de su propio futuro» [13].

La primera fase de la industrialización terminó en Inglaterra hacia 1830, cuando la industrialización apenas había comenzado en los países de la Europa continental y en Estados Unidos. Los países europeos y Estados Unidos, sin embargo, nunca se convirtieron en una periferia.

El capital inglés los ayudó a convertirse ellos mismos en países capitalistas desarrollados. Hasta aquí, las predicciones de Marx eran correctas. Hacia 1880, el desarrollo industrial tanto de Alemania como de Estados Unidos había superado al de Inglaterra. Marx creía que a las colonias de Asia y África les esperaba un proceso similar. Una vez que Inglaterra hubiese eliminado las estructuras sociales tradicionales e introducido el capitalismo, las colonias, haciéndose eco de la modernización de la madre patria, experimentarían un rápido desarrollo. Sobre el papel de Inglaterra en la India, Marx escribió:

Inglaterra tiene que cumplir en la India una doble misión; destructora por un lado y regeneradora por otro. Tiene que destruir la vieja sociedad asiática y sentar las bases materiales de la sociedad occidental en Asia. […] Ya sé que la burguesía industrial inglesa trata de cubrir la India de vías férreas con el exclusivo objeto de abaratar el transporte del algodón y de otras materias primas necesarias para sus fábricas. Pero si introducís las máquinas en el sistema de locomoción de un país que posee hierro y carbón, ya no podréis impedir que ese país fabrique dichas máquinas. No podréis mantener una red de vías férreas en un país enorme, sin organizar en él todos los procesos industriales necesarios para satisfacer las exigencias inmediatas y corrientes del ferrocarril, lo cual implicará la introducción de la maquinaria en otras ramas de la industria que no estén directamente relacionadas con el transporte ferroviario. El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India en un verdadero precursor de la industria moderna [14].

Bajo este punto de vista, la apertura de nuevos mercados en África y Asia y la exportación de capital hacia América prometían posponer temporalmente el colapso del capitalismo.

En 1916, Lenin todavía parecía creer en este poder centrífugo del capitalismo, como pone de manifiesto en El imperialismo, fase superior del capitalismo. Allí escribe:

La exportación de capital influye en el desarrollo del capitalismo en los países de destino, acelerándolo extraordinariamente. Si, debido a ello, dicha exportación puede tender, hasta cierto punto, a ocasionar un estancamiento del desarrollo en los países exportadores, esto sólo puede producirse a través de una mayor extensión y profundización del desarrollo del capitalismo en todo el mundo [15].

Este efecto era una realidad histórica secular. El exceso de capital de las ciudades del norte de Italia vino a financiar el desarrollo de Holanda, y el capital holandés contribuyó al despegue del capitalismo industrial en Inglaterra. A su vez, el capital inglés desarrolló Norteamérica y Oceanía.
Según el marxismo de la época, la diferencia en el grado de desarrollo era tan sólo una cuestión de desfase temporal. El punto muerto que amenazaba la acumulación capitalista se situaba en el centro, en la región del exceso de capital y de mercancías. El centro requería de una periferia; no principalmente, sin embargo, como recurso para la entrada de valor, sino como válvula de salida para el capital y como mercado para sus productos [16] .

No obstante, a ojos del marxismo revolucionario de la época —tomemos, por ejemplo, a Rosa Luxemburgo— esto sólo aplazaba las cosas [17], pues las periferias de este mundo no son infinitas. Cuando se hubiera convertido en un espejo de Inglaterra, el sistema habría agotado los márgenes de desarrollo de las fuerzas productivas que era capaz de contener. El relevo no duraría mucho. En consecuencia, la expansión del capitalismo implicaría sólo más acumulación y una nueva crisis (aún peor) de sobreproducción.

Esta percepción centrífuga del desarrollo mundial capitalista y la línea de argumentación tanto de la economía marxista como de la economía dominante plantean varias cuestiones. Emmanuel las formula así:

La primera pregunta es qué fue lo que, durante esta primera fase de la carrera del sistema capitalista (1850-1900), hizo que el país a la cabeza del pelotón (Inglaterra) se quedara tan rápidamente sin aliento y colocara su exceso de capital y de tecnología en los que venían detrás (Europa continental y Norteamérica). La segunda cuestión es por qué, a partir de un determinado momento que parece situarse hacia finales del siglo XIX, este esquema marxista clásico dejó de reflejar la realidad. En otras palabras, qué provocó esta inversión imprevista de las condiciones de acumulación en la esfera internacional para que las antiguas fuerzas centrífugas de difusión del progreso dieran paso a las actuales fuerzas centrípetas de ‘desvío’ de recursos [18].

¿Por qué Europa continental, América del Norte y Oceanía parecieron confirmar la regla del desarrollo centrífugo de las fuerzas productivas, convirtiéndose en un espejo de Inglaterra, pero no la India, donde el desarrollo de las fuerzas productivas se bloqueó? ¿Qué sustituyó el proceso centrífugo por un proceso polarizador?

La respuesta a estas preguntas es decisiva para comprender el imperialismo —la explotación de una nación por otra— y para entender cuál es la fuerza motriz del desarrollo de las fuerzas productivas que da lugar, respectivamente, al desarrollo y al subdesarrollo en el sistema-mundo.

En primer lugar, hay que comprender el mecanismo a través del cual los recursos materiales se transfieren de la periferia al centro. Esta transferencia permitirá, por un lado, que el centro supere los límites fijados por la falta de un poder de consumo suficiente (con producto colonial barato comprado por un nivel salarial relativamente alto) y, por otro, bloqueará el desarrollo en la periferia mediante la superexplotación de los bajos salarios.

En este análisis es importante distinguir el tamaño, el funcionamiento y las consecuencias del imperialismo financiero (inversión y repatriación de beneficios) y del imperialismo comercial (intercambio desigual, basado en la diferencia de nivel salarial). Sobre esto escribe Emmanuel:

En última instancia, ninguna relación económica entre naciones y, más aún, ninguna relación de explotación puede materializarse —incluso tener sentido— fuera de la circulación de mercancías (bienes materiales o servicios). Sin embargo, directa y principalmente, es necesario comprobar cuáles son los vectores de estas relaciones (imperialismo financiero y comercial) y cuáles son sus dimensiones relativas [19].

Esto es lo que hicimos en el Círculo de Trabajo Comunista (KAK) a finales de los años 70, cuando actualizamos los datos de Lenin en su libro de 1914 El imperialismo, fase superior del capitalismo, y, en particular, su concepto de «superganancias» —beneficios extraordinariamente altos de las inversiones coloniales—; un ejercicio que ya habían realizado Varga y Mendelsohn en 1938 [4]. Recopilamos una enorme cantidad de datos y los procesamos en categorías similares a las de Lenin. Llegamos a la conclusión de que los beneficios de la inversión en el Tercer Mundo no tenían una magnitud que pudiera explicar la diferencia del nivel de vida entre los países imperialistas y el Tercer Mundo. Sin embargo, nuestros estudios empíricos también revelaron que la diferencia de nivel salarial entre el centro imperialista y las antiguas colonias se había ampliado de cinco a uno antes de la Segunda Guerra Mundial a quince a uno a principios de los años 70. También constatamos un aumento sustancial del comercio mundial basado en una división internacional del trabajo que intercambiaba materias primas y productos agrícolas del Tercer Mundo por bienes industriales producidos en los países imperialistas. Calculamos que el intercambio desigual ascendía a más de 300.000 millones de dólares anuales a finales de los años 70. Samir Amin llegó a las mismas cifras, y Emmanuel escribía en 1976:

Huelga recordar que, al margen de cualquier otra consideración, la dimensión cuantitativa de la relación de intercambio es de una magnitud incomparable con la de los flujos de capital. Ilustra suficientemente este hecho el siempre tan presente caso del petróleo, cuya rectificación de precios en un solo producto primario costó al ‘centro’ un sobreprecio anual de aproximadamente 70.000 millones de dólares. En cambio, los beneficios totales del centro en la periferia (repatriados o no) resultantes de la inversión directa (multinacional o no) no superan, según las estimaciones más generosas, los 8.000 millones anuales [20].

La inversión de capital es la que genera el desarrollo de las fuerzas productivas y, por tanto, la producción de mercancías. Sin embargo, el beneficio de estas inversiones no es el vehículo principal de la transferencia internacional de valor; cuando estas mercancías se comercializan internacionalmente, es la estructura de precios de las mercancías, basada en las diferencias salariales, la que transporta el valor desde el Sur hacia el Norte global.

Desarrollo polarizado

El desarrollo polarizado de las fuerzas productivas entre el centro y la periferia durante los dos últimos siglos no se debió a una enorme inversión en el Tercer Mundo, sino, al contrario, al desarrollo de diferentes niveles salariales. Esto condujo a una expansión del mercado en el centro y disminuyó el mercado en la periferia, generando inversión en la producción del primero y falta de inversiones en la segunda (excepto en la medida necesaria para la extracción de materias primas y la producción agrícola). La diferencia en el nivel salarial no sólo repercutió en el patrón de inversión a través de la diferencia en el poder de consumo, sino también en la esfera de la producción. El nivel salarial relativamente alto en el centro fomentó la inversión en nuevas tecnologías para aumentar la productividad, mientras que el aumento de la producción en la periferia se consiguió simplemente contratando más mano de obra barata.

Contra la predicción de Marx, la India nunca se convirtió en la imagen especular modernizada de Inglaterra. Más tarde, el mismo Marx lo reconoció: se dio cuenta de que en su lugar se había producido un proceso de polarización. En una carta a N.F. Danielson, fechada el 19 de febrero de 1881, escribía:

En la India se avecinan serias complicaciones, si no un estallido general, para el gobierno británico. Lo que los ingleses les quitan anualmente en forma de alquileres, dividendos por ferrocarriles inútiles para los hindúes, pensiones para militares y funcionarios, para Afganistán y otras guerras, etc., etc. —lo que les quitan sin ningún equivalente y aparte de lo que se apropian anualmente dentro de la India, hablando sólo del valor de las mercancías que los indios tienen que enviar gratuita y anualmente a Inglaterra— ¡asciende a más que la suma total de los ingresos de los sesenta millones de trabajadores agrícolas e industriales de la India! Este es un proceso de desangramiento, ¡con venganza! Los años de hambruna se suceden unos a otros y en dimensiones hasta ahora insospechadas en Europa [21].

Mientras tanto, Europa Occidental, así como los Estados coloniales (Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) se convirtieron en clones de Inglaterra. Los Estados coloniales se poblaron de emigrados que, a medida que exterminaban a la población original, exigían salarios como los de sus antecesores en Europa. Esto fue posible porque desarrollaron su propia periferia explotable en América Latina, Asia y, en el caso de Estados Unidos, también por la extensión de la esclavitud.

En contraste con esta dinámica, se bloqueó el desarrollo de América Latina, Asia y África. Su explotación y subdesarrollo fueron necesarios para la modernidad de Europa y de los Estados coloniales europeos. El colonialismo fue una catástrofe para el mundo fuera de Europa: desde 1500 hasta 1900, la proporción de la población mundial no europea descendió del 83% al 62% [22].

Sobredesarrollo y subdesarrollo

La diferencia en los niveles salariales y en el poder de consumo entre el centro y la periferia crea no sólo una transferencia de valor en forma de intercambio desigual, sino también una polarización del desarrollo de las fuerzas productivas dentro del sistema-mundo, estableciendo dos tipos de formas interrelacionadas de acumulación capitalista.

Los salarios relativamente elevados en el centro ampliaron el mercado, propiciando la inversión en la expansión de la producción. Los altos salarios también fomentaron las inversiones en nuevas tecnologías para ahorrar mano de obra y aumentar la productividad. Este proceso tuvo lugar dentro de una división internacional del trabajo donde la periferia exportaba materias primas y productos agrícolas e importaba bienes industriales del centro.

En la periferia ocurría lo contrario. Un mercado relativamente pequeño no daba lugar a inversiones en la producción industrial local. El bajo precio de la mano de obra hacía más rentable ampliar la superexplotación del trabajo en lugar de invertir en nuevas tecnologías para sustituir la extracción de materias primas y el sector agrícola de exportación.

Estas diferencias polarizaron el sistema-mundo capitalista desde finales del siglo XIX hasta el siglo XX. Desarrollo y subdesarrollo fueron dos caras de un mismo proceso. Emmanuel afirmaba en 1976:

El centro se encuentra hoy sobredesarrollado en la misma medida en que la periferia está subdesarrollada.

[…] un país está sobredesarrollado o subdesarrollado en relación con el nivel general de desarrollo de las fuerzas productivas que el sistema existente de economía de mercado es, en las condiciones históricas dadas, capaz de asegurar a escala mundial.

Esto implica que Estados Unidos puede ser Estados Unidos o Suecia, Suecia, sólo porque los otros, es decir, dos mil millones de personas, no son ni lo uno ni lo otro.

Esto implica también que una igualación al nivel superior está materialmente excluida, al menos en lo que respecta a las medias nacionales globales (donde ‘materialmente’ se refiere a la doble limitación del conjunto de recursos básicos, por un lado, y del equilibrio ecológico, por otro).

[…] Cabe preguntarse entonces si ello no es motivo suficiente para que estas clases trabajadoras (en los países sobredesarrollados) desestimen tal sistema comunitario y fraternal y expresen esta oposición ya sea integrándose abiertamente en el sistema existente, como en Estados Unidos o Alemania Occidental, ya sea abogando por una vía nacional hacia el socialismo, como en Francia e Italia. […]

Entonces, ¿debemos decir que la imposibilidad de una igualación cuantitativa no impide la integración de la humanidad, siempre que ésta se base en un cambio cualitativo del consumo y del estilo de vida? Una cosa está clara: esta es la única solución concebible. Sin un cambio cualitativo en el propio patrón de consumo, una humanidad igualitaria no podría advenir ni sobrevivir [23].

La dicotomía entre sobredesarrollo y subdesarrollo tiene también un significado ecológico. Sobre la base del modelo económico general del intercambio desigual de Emmanuel se desarrolló toda una escuela del intercambio ecológicamente desigual. Emmanuel hizo muchas alusiones en su libro y artículos a esta problemática. En 1975, escribió:

Pero el agotamiento de los recursos presentes y futuros no es el único factor que impide la igualación mundial por arriba. Los límites ecológicos constituyen otro factor.

Si los actuales países desarrollados todavía pueden deshacerse de sus residuos vertiéndolos en el mar o expulsándolos al aire, es porque son los únicos que lo hacen. Del mismo modo que sus habitantes pueden seguir viajando en avión y llenando los cielos del mundo sólo porque el resto del mundo no tiene medios para volar y les deja a ellos solos las rutas aéreas del mundo, etc. [24].

La polarización del sistema-mundo en términos de disparidad de niveles de vida y desarrollo de las fuerzas productivas se mantuvo a lo largo del siglo XX, primero en el marco del colonialismo y luego del neocolonialismo. Cuando Emmanuel formuló su tesis del intercambio desigual, las materias primas y los productos agrícolas se producían en los países del «Tercer Mundo» de la periferia mundial, mientras que la producción industrial avanzada dominaba los países del núcleo imperialista.

Cuando, a finales de los años 70, el Grupo de Trabajo Comunista (CWG) estudiaba el intercambio desigual, nos preguntábamos por qué el capital no trasladaba la producción industrial hacia el Sur global para aprovechar sus bajos salarios. El CWG era una organización antiimperialista con sede en Copenhague, que suministraba apoyo material a los movimientos de liberación en el Tercer Mundo basándose en la perspectiva política de Emmanuel. Hablamos de ello con Emmanuel, que adujo varias razones prácticas, técnicas, culturales y políticas. Los transportes y las comunicaciones planteaban obstáculos mucho mayores que hoy, con los ordenadores, Internet, los teléfonos móviles, el contenedor estándar y la gestión just in time. Los sindicatos de los años 70 aún tenían fuerza para resistirse a la externalización. Los Estados dirigidos por la socialdemocracia tenían la ambición de regular las empresas multinacionales. Todo esto, sin embargo, cambiaría con el neoliberalismo.

En los años 70, los teóricos de la dependencia consideraban imposible que el Tercer Mundo se industrializara dentro del marco del sistema imperialista. Tenían que desvincularse para desbloquear el desarrollo de las fuerzas productivas, como hicieron Rusia en 1917 y China en 1949. Sin embargo, esto sólo representaba una opción para economías muy grandes y diversas. Para el resto de las colonias, la lucha de liberación nacional era mucho más fácil que la liberación económica con respecto al imperialismo. La mayoría de los países del Tercer Mundo seguirían suministrando materias primas, productos agrícolas tropicales y productos industriales sencillos, intensivos en mano de obra; sus economías seguirían siendo dependientes y seguirían constituyendo la periferia de un sistema-mundo dominado todavía por los Estados capitalistas.

Pero el capitalismo seguía siendo un sistema dinámico. Tenía un as que jugar. Su necesidad de expandirse y su hambre de beneficios lo llevaron a externalizar en masa la producción industrial hacia el Sur global. El control de las cadenas de producción globalizadas fue posible gracias a las nuevas formas de comunicación y transporte. La distancia geográfica ya no parecía importar.

La teoría de la dependencia no previó la industrialización masiva de la periferia que hemos presenciado durante los últimos cuarenta años porque, bajo su punto de vista, tenía que basarse en un mercado interno; subestimó así el desarrollo de las fuerzas productivas, que condujo a una globalización del propio proceso productivo con el fin de exportar al Norte. Parecía impensable que, tan sólo unas décadas más tarde, el 80% del proletariado industrial mundial viviría y trabajaría en el Sur global, mientras que el Norte global estaría parcialmente desindustrializado.

Emmanuel anticipó, de algún modo, esta evolución en 1976:

Otra característica específica de la empresa multinacional (MNC), que se considera vagamente generadora de perjuicios, pero que, si realmente existe, es eminentemente ventajosa, es su independencia con respecto al mercado interno del país receptor. Dado que el principal problema del capitalismo no radica en producir, sino en vender, menos capital tradicional fue atraído por los bajos salarios de ciertos países que desalentado por la estrechez del mercado local asociada a dichos salarios. Esta falta de capital impedía a su vez el crecimiento, y, por tanto, el aumento de los salarios. El resultado fue el estancamiento. En teoría, la solución era producir únicamente para exportar. Pero, salvo para los productos primarios estandarizados, tal operación parecía trascender el feudo del capitalista tradicional. En cualquier caso, nunca ha ocurrido.

La multinacional, con su propia red de ventas en el extranjero y, más aún, su propio consumo en el caso de un conglomerado, no se desanimaría por la falta de puntos de venta locales ‘preexistentes’. Aprovecharía tanto los bajos salarios de la periferia como los altos salarios del centro. No tengo ni idea de la importancia relativa de este fenómeno. Aquí, como en todas partes, falta información estadística. Albert Michalet considera que es muy extenso en cantidad y muy importante desde el punto de vista cualitativo. Todo lo que puedo decir es que, si es así, esto nos da por primera vez la posibilidad de romper el círculo vicioso más pernicioso que frenaba el desarrollo del Tercer Mundo. Es más bien un motivo de celebración [25].

Esto fue exactamente lo que ocurrió. Emmanuel era consciente del papel que desempeñaban las empresas multinacionales/transnacionales en el Tercer Mundo, tanto en términos de transferencia de valor como de desarrollo de las fuerzas productivas y de transferencia de tecnología. Compartía el enfoque dialéctico de Marx, anteriormente mencionado, sobre el desarrollo del capitalismo.

Cuando discutimos el papel de las empresas transnacionales en el desarrollo, debemos asegurarnos de si estamos discutiendo desde dentro o desde fuera del sistema capitalista, y de si estamos hablando del desarrollo de las fuerzas productivas dentro del sistema o de la apropiación de las fuerzas productivas por el pueblo. El modo de producción capitalista sigue dominando el sistema-mundo, y sólo ahora estamos entrando en una fase en que la apropiación de las fuerzas productivas por el pueblo a escala mundial se encuentra a la orden del día.

El capital transnacional estableció la producción en China para exportarla hacia los mercados de consumo del Norte global; sin embargo, al mismo tiempo, desarrolló las fuerzas productivas en China hasta el punto de que ésta pudo romper la dinámica polarizadora del capitalismo mundial —que dura ya siglos— entre un Norte sobredesarrollado y un Sur subdesarrollado.

¿Tecnología apropiada o subdesarrollada en el desarrollo del socialismo?

La discusión precedente no es sólo un debate académico, sino también un problema práctico para quienes intentan desarrollar el socialismo en un sistema-mundo dominado por el modo de producción capitalista; han tenido que adoptar esta misma dialéctica entre el papel progresista del capitalismo y la agonía que produce. En la Contribución a la crítica de la economía política, Marx escribía:

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua [26].

El capitalismo irrumpió en Europa Occidental en la primera parte del siglo XIX, simultáneamente con el colonialismo, que suministró la acumulación primitiva del capital. El aspecto imperialista del capitalismo polarizó el sistema-mundo en una estructura centro-periferia. La transferencia de valor suponía un desarrollo dinámico de las fuerzas productivas en el centro y, al mismo tiempo, bloqueaba el desarrollo en la periferia. En consecuencia, no hubo “necesidad” —ni éxito— para las revoluciones en el centro; el capitalismo no había desempeñado su papel. En la periferia, en cambio, el capitalismo erosionó los modos de producción feudales y otros modos precapitalistas, pero el desarrollo de las fuerzas productivas quedó bloqueado por la superexplotación y el flujo de valor hacia el centro. El desarrollo de las fuerzas productivas en el sistema-mundo no fue centrífugo, sino polarizado: dinámico en el centro y bloqueado en la periferia.

Sólo un proceso revolucionario dirigido por los partidos comunistas podía desbloquear el desarrollo de las fuerzas productivas y poner de nuevo en marcha los engranajes de la economía, iniciando el desarrollo de un modo de producción «de transición», en camino hacia el socialismo. Tenía que ser un «modo de transición» porque el sistema-mundo seguía dominado por el capitalismo; la falta de desarrollo de las fuerzas productivas en la periferia y la hostilidad del sistema-mundo impedían una transición inmediata a la modernidad socialista. Esta es la historia de la revolución soviética y del esfuerzo por avanzar hacia el socialismo durante el siglo XX.

Lenin y la Nueva Política Económica (NEP)

Vladimir Lenin no creía que el socialismo fuese equivalente a la generalización de la pobreza. Para superar la pobreza masiva, la Unión Soviética estaba obligada a regenerar la economía y a desarrollar las fuerzas productivas. Lenin creía que la Unión Soviética no había alcanzado el nivel de desarrollo necesario para hacer posible el socialismo; para él, la NEP representaba un paso atrás necesario —destinado a resolver este problema— en la transición hacia el socialismo.

Los bolcheviques necesitaban inversiones y nuevas tecnologías. El 23 de noviembre de 1920, Lenin había introducido ya una ley de concesiones que ofrecía ventajas a los inversores extranjeros. En 1921 se adoptó formalmente la NEP, que sustituía la producción militarizada, la estricta distribución estatal y la apropiación obligatoria del grano por condiciones de mercado. El Estado soviético dio un trato preferente al gran capital organizado. Los bolcheviques utilizaron la tecnología y la gestión asociadas al capitalismo para impulsar la producción. Sin embargo, las «cotas de mando» de la economía (finanzas, infraestructuras, gran industria y minería) permanecieron en manos del Estado [27].

Lenin calificó de «fenómenos progresistas» los nuevos trusts surgidos en su época, a pesar del sufrimiento que causaban. Los trusts eran una nueva forma de concentración del capital, en la que diferentes capitalistas unían sus capitales y negocios para alcanzar una posición de monopolio. Sabía que no se lucha por el socialismo esforzándose por acabar con el desarrollo económico, lo cual conduciría sólo a la intensificación de las contradicciones del imperialismo, sin las cuales una transformación hacia el socialismo es dudosa. Según Lenin, la crítica de Kautsky al capitalismo monopolista era el resultado de una «oposición pequeñoburguesa al imperialismo, provocada por la tendencia reaccionaria general de la sociedad» [28]. En la actualidad, estamos experimentando la misma oposición en la reacción general de la sociedad contra la globalización transnacional, en forma tanto del conservadurismo nacional de derechas como del populismo de izquierdas que anhela el “paraíso perdido” del capitalismo nacional a pequeña escala. Lenin citó con aprobación a Hilferding, quien afirmaba desde el punto de vista del materialismo histórico: «la respuesta del proletariado a la política económica del capital financiero y al imperialismo no puede ser el libre comercio, sino el socialismo» [29].

La respuesta a la nueva fase del imperialismo no puede ser una lucha por mantener la vieja forma de la economía capitalista con una base más nacional, sino la lucha por un tratamiento más social de las fuerzas productivas; una versión más social de la globalización, necesaria para crear un sistema-mundo más igualitario. Como dijo Lenin:

Las preguntas sobre si es posible reformar las bases del imperialismo, si hay que avanzar hacia una mayor intensificación y profundización de los antagonismos que engendra, o retroceder hacia la atenuación de estos antagonismos, son cuestiones fundamentales en la crítica del imperialismo [30].

Mao, Deng y la globalización neoliberal

En 1949, China se encontraba en la misma coyuntura que Rusia en 1917. Ninguna podía limitarse a colectivizar la propiedad, sino que ambas debían desarrollar sus fuerzas productivas para avanzar hacia el socialismo. El nivel de las fuerzas productivas y de la tecnología existentes en China en 1949 era de los más bajos del mundo. Emmanuel escribió:

Para apoyar el argumento de la tecnología ‘apropiada’ (que en el fondo no es más que un eufemismo de tecnología ‘intermedia’), a veces se hace referencia a la práctica china. Pero, de hecho, el principio básico chino consiste en la pluralidad de tecnologías, que es justo lo contrario de la tecnología ‘intermedia’ sugerida por los críticos, como E.F. Schumacher. Esta última diluye el capital disponible entre todas las unidades de producción implicadas. La primera introduce de inmediato la tecnología pionera que implica la mayor composición orgánica en el mayor número posible de unidades, independientemente de que la escasez de capital impida su difusión inmediata en el resto de la rama. Los cálculos macroeconómicos demuestran que este es el método que proporciona el máximo rendimiento a largo plazo. Sin embargo, es un método imposible en una economía de mercado, donde la competencia prohíbe cualquier disparidad entre las condiciones de producción de las distintas empresas. Sólo es posible en una economía planificada (C. Bettelheim, Le Problème de l’Emploi, p. 106, París, 1952).

El siguiente pasaje de un texto de Mao es muy explícito sobre este punto:

‘El hecho de que desarrollemos pequeñas y medianas industrias a gran escala, aunque aceptemos que las grandes empresas constituyen la fuerza rectora, y de que utilicemos tecnologías tradicionales en todas partes, aunque aceptemos que las tecnologías extranjeras constituyen la fuerza rectora, se debe esencialmente a nuestro deseo de lograr una industrialización rápida’ (Hu Chi-Hsi, Mao-Tse-Tung et al Construction du Socialisme, p. 85, París, Le Seuil, 1975).

Me parece que la tecnología ‘apropiada’ es precisamente lo que hay que proscribir. Una tecnología apropiada para los países pobres sólo puede ser una tecnología pobre; una tecnología apropiada hecha a la medida de los países subdesarrollados sólo puede ser una tecnología antidesarrollo. (‘No puede haber’, dice Boumediène, ‘una industria para los subdesarrollados y otra industria para los desarrollados’). Rehabilitando la teoría neoclásica antes puesta en la picota, algunos se quejan de que la tecnología introducida en los países en desarrollo por las multinacionales no se corresponde con los recursos disponibles en ellos. No debería ser así. Si así fuera, la combinación de factores se congelaría y las deficiencias se reproducirían hasta el infinito. Si se considera la ‘transferencia’ como un vehículo de dominación, no hay que olvidar que, si no hubiera transferencia alguna, la dominación tecnológica del centro sería aún más decisiva [31].

En 1949, China estaba aislada y no podía importar tecnología. Sin embargo, la Unión Soviética acudió en su ayuda en 1950 y proporcionó a China acceso a su tecnología. Pero, debido a desacuerdos políticos, el suministro de tecnología soviética se interrumpió a finales de la década de 1950. En los años siguientes, el capitalismo siguió caracterizándose por su importante avance de las fuerzas productivas, con una amplia división del trabajo acompañada de una creciente concentración del capital en empresas multinacionales. La globalización neoliberal marcó un paso más en este camino. Las nuevas revoluciones tecnológicas en informática y comunicación, los nuevos sistemas de gestión, las nuevas operaciones transnacionales a gran escala en la producción y todo lo que ello implicaba no podían desarrollarse suficientemente bajo las antiguas condiciones. Fue el propio desarrollo de las fuerzas productivas el que, independientemente de la voluntad de cada capitalista individual, exigió ser tratado transnacionalmente.

Las empresas transnacionales y la globalización de la producción que representan son, en este sentido, progresistas; equivalen a la creación de nuevas fuerzas productivas sociales. Querer luchar contra la globalización de la producción, el comercio y las finanzas significa exigir el regreso a una situación de la que ha surgido la actual. En otras palabras: es reaccionario. En los años 70, bajo la presión de la globalización neoliberal, China no tuvo más remedio que construir su peculiar forma de capitalismo de Estado y de socialismo de mercado para mantener su proyecto nacional. No podía desarrollar sus fuerzas productivas sin inversiones y comercio con los países capitalistas, pero necesitaba que los países imperialistas transfirieran tecnología a su economía.

La transferencia de tecnología puede adoptar dos formas: una directa y otra indirecta. En la forma directa, el país en desarrollo compra fábricas avanzadas, llave en mano, con los conocimientos necesarios para hacerlas funcionar. La segunda forma, indirecta, obliga al país en desarrollo a abrirse a las empresas transnacionales para que inviertan y, de este modo, obtener una transferencia de tecnología innovadora. Es un error pensar que la búsqueda de tecnología avanzada constituye una característica de la era posterior a Mao. Tras la ruptura con la Unión Soviética, China importó máquinas y fábricas llave en mano de Occidente. Deng Xiaoping tan sólo inauguró una segunda forma de transferencia de tecnología: las inversiones del capital transnacional.

En una conversación del 10 de octubre de 1978, Deng sostuvo que la brecha tecnológica con los países avanzados era cada vez mayor [32]. Criticó el modelo de movilización política de masas, porque la práctica reciente demostraba que el país era incapaz de desarrollar las fuerzas productivas y, por tanto, no podía satisfacer realmente las necesidades económicas de China [33].

Deng se inspiró en ideas de la NEP de Lenin para sus reformas. Durante su estancia en la Unión Soviética en 1926, Deng conoció la NEP (1923-28), una experiencia que intentó aplicar primero entre 1949 y 1952, cuando dirigió el Comité Regional del PCCh en el sudeste de China, y que volvió a recomendar tras el «Gran Salto Adelante». Ahora, en 1978, al mando del PCCh, tuvo por fin la oportunidad de aplicar su política a escala nacional.

La estrategia de reformas de Deng no partía de una perspectiva neoliberal. Deng abogó por la aceleración de la inversión de capital extranjero de forma planificada, creyendo que la planificación y los mercados podían aplicarse al servicio del desarrollo de un sistema socialista. Deng tampoco introdujo una terapia de choque económica como hizo Yeltsin en la era postsoviética. Por el contrario, los elementos del capitalismo se introdujeron gradualmente. «Buscando a tientas peldaños para cruzar el río» se convirtió en un eslogan popular [34]. Haciendo referencia a la NEP en la Unión Soviética, Deng dijo que «el socialismo no significa pobreza compartida». En una entrevista con la CBS en 1986 explicó su planteamiento:

Durante la ‘revolución cultural’ existía la opinión de que un comunismo pobre era preferible a un capitalismo rico. […] Según el marxismo, la sociedad comunista se basa en la abundancia material. Sólo cuando hay abundancia material puede aplicarse el principio de una sociedad comunista, es decir, ‘de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades’. […] No puede haber comunismo con pauperismo, ni socialismo con pauperismo. Por tanto, enriquecerse no es pecado. Sin embargo, lo que nosotros entendemos por enriquecerse es diferente de lo que usted entiende. En una sociedad socialista, la riqueza pertenece al pueblo. Enriquecerse en una sociedad socialista significa prosperidad para todo el pueblo. Los principios del socialismo son, primero, el desarrollo de la producción y, segundo, la prosperidad común. Permitimos que algunas personas y algunas regiones prosperen primero, con el fin de alcanzar más rápidamente la prosperidad común. Por eso nuestra política no conducirá a la polarización, a una situación en la que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres. Para ser francos, no permitiremos la aparición de una nueva burguesía [35].

El capitalismo transnacional necesitaba mano de obra barata para continuar su expansión, y China poseía un proletariado desmesurado y una infraestructura desarrollada que estaba preparada para conectarse al capitalismo global. Sin embargo, el capital transnacional no podía limitarse a exigir un «ajuste estructural» para acceder a China como en el resto del Tercer Mundo. El encuentro de China con el neoliberalismo fue diferente al del resto del mundo. Isabella Weber escribe:

China quería evitar una integración incondicional en el capitalismo mundial. El gobierno defendió su planificación económica soberana y obligó al capital global que entraba en el país a adaptarse a él, y no a la inversa.

Para el gobierno chino era crucial controlar el capital privado en el marco de una economía planificada, a fin de desarrollar un sector industrial diverso basado en empresas conjuntas con corporaciones transnacionales según un plan estratégico [36].

El camino hacia el socialismo

El socialismo no sólo implica la erradicación de la pobreza en el marco nacional, sino también una mayor igualdad global. Como hemos señalado, no es posible elevar el nivel de vida de miles de millones de pobres en el Sur global al nivel de Estados Unidos o de Alemania dentro del modo de producción capitalista, dado que carece de los recursos naturales, el espacio, etc., que hacen posible el modo de vida imperial. A la hora de acomodar sus necesidades, resulta necesario no sólo un cambio en las relaciones de producción y en los patrones de consumo para desarrollar el socialismo a escala global y un mundo igualitario, sino también un desarrollo continuado de las fuerzas productivas y la implementación de la tecnología más avanzada. Sobre esto escribió Emmanuel:

El acero, el aluminio y el cobre, de los que las masas del centro consumen hoy cantidades tan extravagantes, no sirven sólo para producir automóviles y artilugios. También producen médicos o libros (se necesita una enorme cantidad de acero, cemento o energía para producir un médico o escolarizar un pueblo).

Aunque hasta ahora nadie ha expuesto el modelo de esta sociedad ‘anticonsumo’, existe al menos un punto en el que todos coinciden. Se trata de la prioridad absoluta de la maximización del ocio disponible, ya que el tiempo es el prerrequisito de la calidad de vida. ¿Cómo librarse entonces del ‘productivismo’, puesto que, para un consumo físico dado, cualquiera que sea su volumen, el tiempo de ocio es una función creciente del rendimiento del tiempo invertido en el trabajo? […] Naturalmente, si se demuestra que la ‘sociedad de consumo’ es en cualquier caso una imposibilidad material a escala mundial, la cuestión de la elección ya no se plantea para las cuatro quintas partes de la humanidad. Sin embargo, la idea de que la quinta parte restante, que tiene el privilegio de este tipo de sociedad, se beneficiaría del cambio no es una afirmación tan obvia como para que uno pueda excusarse de demostrarla [37].

El socialismo global no puede desarrollarse con tecnología subdesarrollada: requiere las formas más avanzadas de tecnología.

El fin del juego

Ningún sistema social se destruye hasta que se han agotado todas las posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas que contiene en su seno, decía Marx. La globalización neoliberal constituía, por excelencia, dicha posibilidad, y creó el marco para otro gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Sin embargo, el neoliberalismo no resolvió la contradicción del capitalismo. No fue «el fin de la historia». Al contrario, la globalización neoliberal creó nuevas contradicciones y las intensificó aún más. Desde el prisma del materialismo histórico, esto significa que la globalización neoliberal ha aproximado el día en que el capitalismo habrá agotado todas sus posibilidades y sufrirá profundas crisis; esta vez no sólo nacionales, sino mundiales. Como esta crisis afectará simultáneamente a la mayoría de países, la clase obrera podrá llevar a cabo y mantener más fácilmente la revolución.

La globalización neoliberal operó como un catalizador a través de la deslocalización —en busca de mayores beneficios— de cientos de millones de empleos industriales del Norte global hacia los países de bajos salarios del Sur. En 1980, el Sur tenía el mismo número de trabajadores industriales que el Norte. Durante la década de 2020, el 85% de los trabajadores industriales internacionales trabajarán en el Sur global. La globalización neoliberal proporcionó al capitalismo cuarenta años dorados de grandes beneficios y productos baratos para los consumidores del Norte global. Disolvió el llamado «socialismo real» en la Europa soviética y oriental y penetró profundamente en la economía china. No fue sólo la presión militar, sino también la económica, lo que llevó a la disolución de la URSS y la RDA y a la «apertura» que motivó la entrada del capital multinacional en China. Por un lado, el resultado fue una mayor transferencia de valor hacia el Norte; por otro, un inmenso desarrollo de las fuerzas productivas en el Sur global comenzó a anular la ventaja económica del Norte. Como efecto secundario no intencionado del deseo capitalista de explotar al proletariado chino, China se convirtió en la palanca del sistema de producción mundial. En su encuentro con el neoliberalismo, China mantuvo el mando sobre su economía y su proyecto nacional: el «socialismo con características chinas».

China logró romper la tendencia polarizadora del capitalismo mundial y desarrolló sus fuerzas productivas hasta un nivel avanzado. En conjunto, estos acontecimientos abrieron la posibilidad de pasar del «modo transitorio» de producción haca una modernidad socialista en el curso de varias décadas.

Con la crisis del neoliberalismo global y el consiguiente declive de la hegemonía estadounidense, el ascenso de China y el desarrollo de un sistema mundial multipolar, el equilibrio de poder está en constante cambio. Debemos considerar si el modo de producción capitalista imperialista ha alcanzado su apogeo y los límites de la explotación del proletariado en la periferia, y si se encuentra en rumbo de colisión con el ecosistema global. El capitalismo ya no puede arrogarse ser progresista en términos del desarrollo de las fuerzas productivas, sino que es destructivo e impide el progreso humano.

El centro ya no dispone de la ventaja del monopolio de la producción industrial de alta tecnología. Para mantener su hegemonía, ha pasado de la economía y la gobernanza neoliberales a una guerra económica, política y militar. Estados Unidos está erosionando el mercado mundial mediante guerras comerciales, sanciones y bloqueos. La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2016 ha debilitado a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al negarse a ratificar el nombramiento de jueces para su máximo tribunal de apelaciones, que dirime las disputas comerciales internacionales; incluso el Partido Demócrata ha seguido bloqueando los nombramientos de la OMC. Como resultado, la OMC está paralizada y su relevancia ha disminuido. Temiendo la pérdida de su hegemonía, Estados Unidos está reforzando viejas alianzas militares y acordando otras nuevas, tratando de convertir su poder militar en un renovado dominio económico; una estrategia que no expresa fortaleza, sino debilidad.

El patrón del comercio mundial se está transformando. Tras dos siglos durante los cuales el comercio Norte-Sur beneficiaba al centro, el ascenso de China está interrumpiendo la tendencia polarizadora del capitalismo mundial. El comercio Norte-Sur está disminuyendo y el comercio Sur-Sur se está expandiendo. El giro hacia el Sur se manifiesta en un desarrollo expansivo de los proyectos de transporte e infraestructuras que facilitan un nuevo patrón de comercio, como evidencian la consolidación de la estructura política de los BRICS y la Iniciativa de la Franja y la Ruta china. En conjunto, estos avances están reduciendo el volumen del intercambio desigual.

Esta transformación de la estructura comercial viene acompañada de cambios en el sector financiero y bancario del sistema-mundo. Se están desarrollando alternativas a las instituciones de Bretton Woods (el Banco Mundial y el FMI), lo cual ofrece al Sur global la posibilidad de comerciar en su propia moneda en lugar de dólares y prestar dinero sin condiciones políticas.

En los años 70, el Tercer Mundo exigía un «nuevo orden mundial» que quedó en nada; hoy, el Sur Global está creando un nuevo orden mundial. En lugar de los siglos de relaciones de explotación Norte-Sur, vemos surgir inversiones, comercio y relaciones políticas Sur-Sur mutuamente beneficiosas.

Durante los años 60 y 70 esperábamos que los movimientos de liberación del Tercer Mundo construyeran Estados socialistas para bloquear los mecanismos de transferencia de valor y crear una situación revolucionaria en el centro imperialista. Fuimos demasiado optimistas. La globalización neoliberal ofrecía una vía de escape. Hoy parece que desde el Norte, Estados Unidos, en su lucha desesperada por mantener la hegemonía, está desbaratando el mercado mundial neoliberal imperialista (el espacio donde tiene lugar la transferencia de valor). Desde el flanco sur, China ha conseguido disminuir la renta imperialista del intercambio desigual y, al mismo tiempo, romper el monopolio tecnológico de las corporaciones occidentales. Los economistas chinos han calculado que:

Entre 1978 y 2018, por término medio, una hora de trabajo en Estados Unidos se intercambiaba por casi cuarenta horas de trabajo chino. Sin embargo, a partir de mediados de los años noventa […] observamos una disminución muy marcada del intercambio desigual, sin que desaparezca por completo. En 2018, todavía se intercambiaban 6,4 horas de trabajo chino por una hora de trabajo estadounidense [38].

Desde 2011, la transferencia global de valor por intercambio desigual del Sur hacia el Norte ha comenzado a disminuir, en parte debido al aumento de los salarios en China, en parte debido a la disminución del comercio Norte-Sur a medida que se erosiona el mercado mundial neoliberal [39].

Además de la transferencia de valor del Sur al Norte por intercambio desigual, la deuda ha contribuido a resolver el problema de la falta de poder de consumo, al desplazar hacia el futuro el problema del desequilibrio entre producción y consumo. El volumen de la deuda ha crecido constantemente en la historia del capitalismo y se ha acelerado durante las últimas décadas: según el FMI, la deuda privada y pública alcanzó el 256% del PIB mundial en 2020 [40]. Esta burbuja puede estallar en una gran crisis financiera y sumir al sistema en profundas crisis.

Una tercera forma para crear poder de consumo es simplemente imprimir dinero sin respaldo en la expansión de la producción, como han hecho los Estados Unidos durante los últimos cincuenta años. Pueden hacerlo porque el dólar posee el estatus de dinero-mundo —circulando como pago en el comercio, pero nunca regresando a Estados Unidos, alegando que las mercancías producidas en otros lugares son producidas en Estados Unidos. Una condición previa para esta medida es la continuidad del poder hegemónico de Estados Unidos, que se halla en entredicho.

Resumiendo:

La dinámica del sistema-mundo polarizado en términos de salarios, y el sobre- y subdesarrollo de las fuerzas productivas, que resolvieron la contradicción fundamental del modo de producción capitalista entre el imperativo de escalar la producción y la correspondiente capacidad de consumo del mercado, alcanzó su cénit alrededor de 2011. La globalización de la producción y el consumo rompió el vínculo entre la producción in situ y el consumo in situ. La industrialización del Sur global supuso una transferencia de tecnología y el desarrollo de sus fuerzas productivas a pesar de la falta de mercado interno. La exportación al Norte equilibró esta capacidad de producción en expansión, generando un alto crecimiento década tras década. Durante las tres primeras décadas de globalización neoliberal se amplió la transferencia de valor por intercambio desigual hacia el Norte, pero el ascenso de China como primera potencia industrial mundial cambió la dinámica. Manteniendo intacto su proyecto nacional, China pasó de ser una fuente de transferencia de valor a un competidor del Norte en el mercado mundial. Esto hizo que Estados Unidos dejara de ser un defensor de la globalización neoliberal para convertirse en el líder de una lucha geopolítica contra China. La erosión del mercado mundial neoliberal, el declive del comercio Norte-Sur, el aumento de los salarios en China: todo ello contribuye a un descenso del intercambio desigual. Junto con la caída del papel del dólar como moneda mundial, esto anuncia el declive de la hegemonía estadounidense y una crisis estructural del capitalismo.

Estados Unidos continúa dominando el sistema-mundo, pero es el Sur el que, cercando el centro, se encuentra a la ofensiva. En 2024 veremos cómo el proceso de elección de un nuevo presidente erosionará el sistema político estadounidense desde dentro. La élite está dividida y sin visiones para el futuro, excepto la de «make America great again», que no es compartida por la mayoría de la población mundial. Los países del BRICS, cuyas economías son ya mayores que las del G7, anunciaron que en 2024 aumentarán el uso de monedas locales para el comercio en lugar del dólar. A medida que pase el tiempo Estados Unidos se empobrecerá, y las crisis económicas en lo que quede del sector neoliberal generarán desacuerdos entre Estados Unidos y sus aliados.

A pesar de la mejora de las condiciones mundiales para el desarrollo del socialismo, la transición será un proceso difícil y peligroso. En el fin del capitalismo, las potencias en declive podrían recurrir a medios desesperados. Harán falta una planificación cuidadosa y una acción responsable para hacer realidad el socialismo mundial en este siglo.

¿Qué supone este cambio? Significa deshacerse de los residuos de las relaciones capitalistas de producción y explotación y de sus patrones de consumo, que se hallan en conflicto con el ecosistema global; significa el desarrollo de la prosperidad común y de los bienes comunes, en lugar de la privatización y el individualismo extremo; implica la solidaridad en lugar de la competencia. A nivel internacional, la inversión y el comercio deben promover la igualdad y la sostenibilidad mundiales. Para hacer realidad un modo de producción socialista es necesario que no sólo China avance en dicha dirección, sino que la mayoría del sistema-mundo se sume al esfuerzo.

Torkil Lauesen

23/01/24

Notas

[1] Véase también: Emmanuel, Arghiri (1970). «International Solidarity of Workers: Two Views». Monthly Review, Vol. 22, Nº2 (Junio 1970).

[2] Emmanuel, Arghiri (1976). Carta a Immanuel Wallerstein (25.10.1975). Del archivo personal de Emmanuel.

[3] Marx, Karl (1861) «Economic Manuscripts, 1861–63. Theories of Surplus Value». En Karl Marx & Frederick Engels: Collected Works, Volume 32, Progress Publishers, 1975, p. 80.

[4] Say, Jean-Baptiste (1803) A Treatise on Political Economy. Lippincott, Grambo & Co., p. 138.

[5] Emmanuel, Arghiri (1972). «White Settler Colonialism and the Myth of Investment Imperialism». New Left Review, Nº73, p. 56.

[6] Emmanuel, Arghiri (1976). «The Multinational Corporations and Inequality of Development». International Social Science Journal, Vol. 28, Nº4, pp. 761-762.

[7] Marx, Karl y Engels, Friedrich (1848) «The Communist Manifesto». En Marx/Engels Selected Works, Volume I. Progress Publishers, 1969, pp. 12-13.

[8] Marx, Karl (1867). «Preface to the First German Edition». Capital, Volume I. Progress Publishers, 1962.

[9] Therborn, Göran (1996). «Dialectics of Modernity: On Critical Theory and the Legacy of Twentieth Century Marxism». New Left Review, I/215 (enero/febrero 1996).

[10] Engels, Friedrich (1847). «The Movements of 1847». En Marx & Engels Collected Works, Volume 6. International Publishers, 1975, p. 520.

[11] Marx, Karl (1863). «Economic Manuscripts, 1861–63. Theories of Surplus Value». En Karl Marx & Frederick Engels: Collected Works, Volume 32. Progress Publishers, 1975, p. 101.

[12] Marx, Karl (1848). «The Communist Manifesto». En Marx/Engels Selected Works, Volume I. Progress Publishers, 1969, p. 12-13.

[13] Marx, Karl (1867). «Preface to the First German Edition». Capital, Volume I. Progress Publishers, 1962.

[14] Marx, Karl (1853). «The Future Results of British Rule in India». En Karl Marx & Frederick Engels: Collected Works, Volume 12. Progress Publishers, 1975, p. 217.

[15] Lenin, V.I. (1916). «Imperialism, the Highest Stage of Capitalism». En Selected Works, Vol. 1. Progress Publishers, 1963.

[16] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, p. 6.

[17] Luxemburgo, Rosa (1913). The Accumulation of Capital. Routledge and Kegan Paul Ltd., 1951.

[18] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, p. 6. Paréntesis del autor.

[19] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, p. 8. Paréntesis del autor.

[20] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, p. 9.

[21] Marx, Karl (1881). «Letter to N.F. Danielson». Marx and Engels Correspondence. International Publishers, 1968.

[22] Amin, Samir (2017). «The Sovereign Popular Project: The Alternative to Liberal Globalization». Journal of Labor and Society, Vol. 20, Nº1 (Marzo 2017), p. 11.

[23] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, pp. 1-3.

[24] Emmanuel, Arghiri (1975). Unequal Exchange Revisited. IDS Discussion Paper No. 77. University of Sussex (Agosto 1975), p. 66.

[25] Emmanuel, Arghiri (1976). «The Multinational Corporations and Inequality of Development». International Social Science Journal, Vol. 28, Nº4, pp. 766-67.

[26] Marx, Karl (1859). «Contribution to the Critique of Political Economy». En Collected Works. Vol. 29. Progress Publishers, 1977, p. 263.

[27] Lenin, V.I. (1922). «The role and functions of the trade unions under the new economic policy». En Collected Works, Vol. 33. Progress Publishers, 1965, p. 188.

[28] Lenin, V.I. (1916). «Imperialism, the Highest Stage of Capitalism». En Selected Works, Vol. 1. Progress Publishers, 1963, p. 287.

[29] Lenin, V.I. (1916). «Imperialism, the Highest Stage of Capitalism». En Selected Works, Vol. 1. Progress Publishers, 1963, p. 289.

[30] Lenin, V.I. (1916). «Imperialism, the Highest Stage of Capitalism». En Selected Works, Vol. 1. Progress Publishers, 1963, p. 287.

[31] Emmanuel, Arghiri (1976). «The Multinational Corporations and Inequality of Development». International Social Science Journal, Vol. 28, Nº4, p. 764.

[32] Xiaoping, Deng (1978). «Carry Out the Policy of Opening to the Outside World and Learn Advanced Science and Technology From Other Countries». En Selected Works. Vol. 2. Foreign Languages Press, 1992, p. 143.

[33] Xiaoping, Deng (1985). «We Shall Expand Political Democracy and Carry Out Economic Reform». En Selected Works. Vol. 2. Foreign Languages Press, 1992, p. 122.

[34] Naughton, Barry (2008). «A political economy of China’s economic transition». En Brandt, L. y Rawski, T.G. (eds.), China’s great economic transformation. Cambridge University Press, 2008, p. 98.

[35] Xiaoping, Deng (1986). Interview with Mike Wallace of CBS 60 Minutes. CBS, 2 septiembre 1986.

[36] Weber, Isabella M. (2021). How China Escaped Shock Therapy: The Market Reform Debate. Routledge, 2021, p. 21.

[37] Emmanuel, Arghiri (1976). Europe-Asia Colloquium. For the use by the Commission on International Relations. Some guidelines for the “problematique” of world Economy. IEDES (6 de octubre de 1976). Manuscrito hallado en el archivo de Emmanuel. Carpeta verde titulada ‘Imperialism’, pp. 3-4.

[38] Long, Zhiming; Feng, Xhixuan; Li, Bangxi y Herrera, Rémy (2020). «U.S.-China Trade War. Has the Real “Thief” Finally Been Unmasked?». Monthly Review, Vol. 72, No. 5 (Octubre 2010).

[39] Hickel, Jason; Sullivan, Dylan y Zoomkawala, Huzaifa (2021). «Plunder in the Post-Colonial Era: Quantifying Drain from the Global South through Unequal Exchange, 1960–2018». New Political Economy, Vol. 26, Nº6, pp. 1030-1047.

[40] FMI (2021). Global Debt Reaches a Record $226 Trillion. https://www.imf.org/en/Blogs/Articles/2021/12/15/blog-global-debt-reaches-a-record-226-trillion

What is your reaction?

Excited
0
Happy
0
In Love
0
Not Sure
0
Silly
0
Torkil Lauesen
In the 1970s and 80s, Torkil Lauesen was a member of a clandestine communist cell which carried out a series of robberies in Denmark, netting very large sums which were then sent on to various national liberation movements in the Third World. Following their capture in 1989, Torkil would spend six years in prison. In 2016, Lauesen’s book Det Globale Perspektiv was released in Denmark. In it, he explains how he sees the world political situation today, and his thoughts about the future.

    You may also like

    Leave a reply

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *