
Las dos olas del antiimperialismo
Me movilicé políticamente, a finales de los años 60, en el movimiento de solidaridad con la lucha del pueblo vietnamita contra el imperialismo estadounidense. A lo largo de los años 70, la organización a la que yo pertenecía quería prolongar y ampliar la lucha antiimperialista apoyando otros movimientos de liberación en el Tercer Mundo. Crear dos, tres Vietnam —como sugería el Che Guevara.
Una de aquellas luchas era la lucha palestina; nosotros apoyábamos, en concreto, al FPLP. No fue una elección al azar. El FPLP era comunista, tenía una base de masas, libraba una lucha armada y era internacionalista. Pero lo más importante es que la creación de un Estado palestino era una batalla contra el Estado colonial israelí: un «acorazado en tierra» y un estrecho aliado de Estados Unidos, que controlaba Oriente Próximo con sus vastas reservas de petróleo y su estratégica situación geopolítica, protegiendo el Mar Rojo, el Golfo Pérsico, el Canal de Suez y el triángulo de corredores comerciales entre Asia, África y Europa. Apoyar al FPLP significaba apoyar la lucha antiimperialista mundial.
El antiimperialismo decayó a partir de finales de la década de 1980, cuando la contraofensiva neoliberal se extendió por todo el mundo. Sin embargo, después de más de 40 años, una nueva ola de antiimperialismo ha cobrado fuerza.
La guerra de Gaza ha creado un nuevo estrato de antiimperialistas en el Norte Global, algo que no ocurría desde el movimiento de solidaridad con la lucha vietnamita a finales de los años 60 y comienzos de los 70. En aquella época, el trabajo de solidaridad se basaba en un análisis más amplio del imperialismo y en una estrategia a largo plazo para los antiimperialistas y la lucha por el socialismo. Este tipo de análisis y de pensamiento estratégico también es necesario en la nueva ola de antiimperialismo actual. La solidaridad con Palestina debe situarse bajo la perspectiva de una lucha antiimperialista más amplia. La movilización de la solidaridad con la lucha palestina es también una escuela de organización y de aprendizaje sobre cómo funciona el sistema en nuestra parte del mundo, sobre los instrumentos de poder del Estado, sobre los medios de comunicación —sobre el imperialismo, en general.
Como creo en la larga transición hacia el socialismo, pienso que el antiimperialismo es una lucha continua y, por eso, es importante el traspaso de experiencia y conocimientos de una generación a la siguiente. Necesitamos un análisis sólido de cómo funciona el imperialismo para desarrollar una estrategia antiimperialista y, a partir de ahí, una praxis específica. Tenemos que pensar en esta línea: análisis-estrategia-praxis. Necesitamos saber qué hacer mañana, el mes que viene y el año que viene, sobre una base sólida de conocimiento y pensamiento estratégico, para derrotar al imperialismo.
Existen similitudes y diferencias entre la lucha vietnamita y la nueva ola de antiimperialismo generada por la lucha palestina en Gaza. Comenzaré por la coyuntura global. La lucha de liberación nacional vietnamita formó parte del proceso de descolonización desarrollado tras la Segunda Guerra Mundial. Este proceso tuvo una fuerte corriente socialista apoyada en China, Cuba y el contrapoder de la Unión Soviética frente a Estados Unidos, que crearon el espacio político y militar para que tuvieran lugar las luchas de liberación nacional.
La lucha palestina —una de las últimas luchas de liberación nacional— se debe al apoyo estadounidense al Estado colonial israelí y tiene lugar en la era del declive de la hegemonía estadounidense, del ascenso de China y de la emergencia de un sistema-mundo multipolar. La diferencia entre las dos oleadas antiimperialistas es que, mientras que la lucha de los “largos años 60” se caracterizó por un poderoso espíritu ideológico socialista, pero escasa fuerza económica por parte del Tercer Mundo, la oleada actual es algo más abigarrada ideológicamente, pero está respaldada por un Sur Global económicamente mucho más fuerte, encabezado por China. En los años 70, el Tercer Mundo exigía un nuevo orden mundial que quedó en nada; hoy, lo está construyendo mediante sus propias fuerzas. El pequeño ataque del movimiento de resistencia palestino, armado únicamente con armas de mano, el 7 de octubre de 2023, ha desencadenado una avalancha de acontecimientos. Es un signo de lo diferente e inestable que es hoy el sistema-mundo.
Volviendo a las diferencias de contexto local entre ambas luchas: los vietnamitas derrotaron primero a los colonialistas franceses y luego al imperialismo estadounidense mediante la estrategia de la guerra popular y la táctica de guerrillas, adaptadas de la Revolución China por Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap. Los palestinos ensayaron la misma estrategia, pero, al carecer de una base segura y de la geografía de vastas selvas y montañas necesaria para este tipo de guerra, fueron expulsados, primero de Jordania en 1970, y luego de Líbano en 1982. Durante las décadas siguientes se sucedieron en vano intifadas recurrentes más o menos espontáneas, mientras los colonos israelíes acaparaban cada vez más tierras. Para compensar sus deficiencias geográficas, el movimiento de resistencia de Gaza construyó un amplio sistema de túneles y desarrolló una estrategia de guerra urbana contra el ejército israelí. No se trata de una estrategia militar a largo plazo. La resistencia no podrá repetir el ataque y continuar este tipo de lucha cuando la guerra ahora en curso en Gaza llegue a su fin. No obstante, la guerra en Gaza ha conseguido sin duda debilitar al Estado colonial. Israel ha perdido la guerra de Gaza política y moralmente.
La gran mayoría de las naciones y pueblos del mundo miran con desprecio al Estado de Israel. Ha desaparecido la simpatía por el Estado colonial judío, excepto para los gobiernos de la Unión Europea y de Norteamérica. Su continuo apoyo ha desenmascarado ante el mundo la hipócrita charlatanería de las potencias occidentales sobre los derechos humanos y la democracia.
Israel ha arruinado la reputación de su principal aliado, Estados Unidos, en la región y en el Sur Global en general. Ha unido al principal enemigo de Estados Unidos en la región, Irán, con el mundo árabe. Israel ha sembrado las semillas de un nuevo movimiento de resistencia, más grande, más fuerte y más dedicado que nunca a la lucha por Palestina.
¿Cómo gobernará Israel Gaza y Cisjordania en el futuro? La tarea será económica y políticamente muy difícil. El Estado colonial sionista, que antaño parecía sólido y firme, ha demostrado ser frágil, erosionándose desde dentro y sometido a una presión cada vez mayor desde el exterior. Aunque haya ganado la guerra en Gaza, el Estado sionista lucha ahora por su existencia futura. Desde ese punto de vista, la estrategia palestina ha sido un éxito, a pesar del inmenso sufrimiento de la población de Gaza. El hogar de más de dos millones de personas está convertido en escombros, sin hospitales, sin escuelas, sin agua, electricidad o sistemas de alcantarillado. 40.000 muertos; muchos más heridos, en el futuro discapacitados físicos y mentalmente arruinados. Más de dos millones de personas encerradas en un entorno destruido, sin medios para su propia supervivencia.
La resistencia palestina debe desarrollar ahora una estrategia global para la lucha futura. Una estrategia coordinada que abarque no sólo Gaza, sino también Cisjordania, Israel y a los palestinos en la diáspora. Pronto los imperialistas iniciarán un “proceso de paz de dos Estados” para salvar al Estado colonial israelí y construir un Estado comprador palestino. Este plan debe ser confrontado con una lucha por la descolonización de Palestina, que cree un Estado laico donde diferentes grupos etnoculturales puedan convivir en el mismo territorio. Frente al políticamente débil, pero todavía fuertemente armado Estado colonial, apoyado por Estados Unidos y el resto del G7, dicha estrategia de resistencia necesita integrarse en la lucha antiimperialista de la región y en la confrontación global entre el imperialismo dirigido por Estados Unidos y la mayoría de los Estados del Sur Global. Veamos esta confrontación desde una perspectiva más amplia.
De la globalización neoliberal a la confrontación geopolítica
Con la crisis del neoliberalismo global a partir de 2007, el declive de la hegemonía estadounidense, el ascenso de China y la evolución hacia un sistema-mundo multipolar, el mundo está experimentando un cambio profundo, inédito en los últimos cien años. El centro ya no cuenta con la ventaja del monopolio de la producción industrial de alta tecnología y está perdiendo el control de las finanzas mundiales. Para mantener su hegemonía, Estados Unidos está fragmentando y erosionando el mercado mundial neoliberal, que tan bien le funcionó durante cincuenta años, suministrando enormes beneficios y materias primas baratas a los consumidores del Norte Global. Lo está haciendo mediante guerras comerciales, sanciones y bloqueos. Estados Unidos está recurriendo a la presión política y a los medios militares en una lucha geopolítica por el dominio. Tal estrategia no constituye una expresión de fuerza, sino de debilidad.
La división del trabajo creada por la globalización neoliberal, con Asia como “fábrica del mundo” y Occidente como sociedad de consumo, hizo que la importancia geopolítica de controlar las rutas comerciales tomase el primer plano. De ahí la relevancia de las puertas de entrada a Asia en el Norte (Ucrania) y en el Sur (Palestina, Suez, el Golfo Pérsico y el Mar Rojo). En su lucha geopolítica, la OTAN, dirigida por Estados Unidos, está intentando asegurarse el dominio del corredor euroasiático y conseguir un cambio de régimen en Rusia y China para instalar gobiernos prooccidentales del tipo de Yeltsin.
A través de la guerra proxy en suelo ucraniano entre Rusia y la OTAN, Estados Unidos ha vuelto a disciplinar a Europa bajo su mando. Estados Unidos está arrastrando a Europa a una confrontación con Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela y el Sur Global en general. La pertenencia a la OTAN no es un plato a la carta; Europa debe tragarse todo el menú estadounidense, incluida su política en Oriente Próximo y el este de Asia.
La contradicción del fin del juego
Muchos de los miembros de la “generación de 1968” hemos predicho varias veces el fin del capitalismo, y nuestras esperanzas en una revolución mundial se han visto frustradas. Esto nos ha conducido a la creencia errónea de que el capitalismo puede asimilar todas las críticas e innovar para salir de cualquier problema. El capitalismo ha reproducido con éxito su existencia durante 200 años, pero esta reproducción tiene límites. No se trata de un sistema en equilibrio. El desarrollo polarizado entre el centro y la periferia generado por la transferencia imperialista de valor le permitió reproducirse; sin embargo, esta dinámica está en cuestión a causa del ascenso de China. El declive de la hegemonía estadounidense presagia el fin del capitalismo.
Desde el Norte Global, Estados Unidos, en una desesperada lucha por mantener su hegemonía, está desbaratando el sistema imperialista de producción y comercio globalizados. Desde el flanco Sur, China ha conseguido disminuir la renta imperialista del intercambio desigual, al tiempo que ha roto el monopolio tecnológico de las compañías e instituciones financieras occidentales, proporcionando una alternativa al Sur Global en su desarrollo económico.
En el “fin del juego”, el capitalismo mundial se verá acechado por crisis económicas derivadas de su contradicción inmanente entre la necesidad de expandir la producción y la falta del correspondiente poder de consumo. Los beneficios disminuirán y la acumulación se paralizará.
La actual contradicción principal
¿Cuál es el motor de esta transición? El primer paso para responder a esta pregunta consiste en identificar la contradicción principal. Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Nueva Zelanda y Australia se han unido para mantener la hegemonía estadounidense. Constituyen un aspecto de la actual contradicción principal. El otro aspecto está encabezado por China, aliada con un conjunto de Estados que, por diferentes razones, se oponen a la perpetuación de la hegemonía estadounidense y desean un sistema-mundo multipolar, unidos por la ambición de modificar la estructura Norte-Sur que ha dominado el sistema-mundo durante los dos últimos siglos y de ampliar las relaciones Sur-Sur.
El desenlace del capitalismo tiene lugar en el marco de su crisis estructural económica, política y ecológica. La crisis estructural implica que el sistema está desequilibrado y que las coyunturas no se suceden en oleadas regulares, sino mediante bruscos vaivenes incontrolables.
El cambio climático es una realidad; lo que no está claro es su ritmo de destrucción. ¿Dónde se producirá la próxima catástrofe y de qué magnitud? Los crecientes problemas ecológicos y climáticos, así como la pugna por los recursos naturales de la Tierra, pueden desencadenar situaciones revolucionarias, ya que cambian las condiciones de vida, provocando catástrofes naturales y movimientos de refugiados. También existe el peligro de una guerra nuclear en un sistema-mundo con una lucha geopolítica redoblada, inducida por el hegemón en declive. Una guerra entre las principales potencias del mundo bien podría convertirse en la principal contradicción del mundo si escala hasta el uso de armas nucleares. El fin del capitalismo puede suponer el caos o una transición al socialismo; ello depende del resultado de nuestra lucha.
El antiimperialismo hoy
El antiimperialismo de hoy no puede ser el mismo que el de los “largos años 60”. La historia no se repite; avanza. El elevado espíritu revolucionario y el éxito de la lucha anticolonial desde finales de los años 40 hasta mediados de los 70 se debieron a una combinación de contradicciones dentro del sistema-mundo: la contradicción entre el bloque socialista y Estados Unidos; y la contradicción entre el emergente Tercer Mundo, por un lado, y el neocolonialismo estadounidense, por otro. Este conjunto de contradicciones globales entrelazadas abrió una oleada de luchas de liberación antiimperialista —con una perspectiva socialista— a lo largo y ancho de Asia, África y América Latina.
Todo esto cambió a partir de mediados de los años 70, con la contraofensiva de la globalización neoliberal. Se hizo difícil continuar la liberación nacional hacia una transformación socialista. Sin embargo, el neoliberalismo no supuso el “fin de la historia”. El resultado de la externalización de la producción industrial implicó, por un lado, una transferencia de valor del Sur al Norte; por otro, el desarrollo de las fuerzas productivas en el Sur Global comenzó a quebrar la polarización centenaria entre un Norte rico y un Sur pobre. En los años 70, el Tercer Mundo exigía un “Nuevo Orden Mundial” que quedó en nada; hoy, el Sur Global está creando un nuevo orden mundial.
Un ejemplo son los BRICS+, que comprenden el 46% de la población mundial y el 36% de la economía mundial, como contrapeso del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Japón), que cuenta sólo con el 10% de la población mundial y el 30% de la economía mundial. Los BRICS+ no son una organización anticapitalista, pero representan un paso en la dirección correcta. El emergente sistema-mundo multipolar consiste en un complejo de corrientes contradictorias: entre hegemonismo y contrahegemonismo, conservadores y progresistas, fuerzas capitalistas y socialistas. Este es el aspecto del mundo. Tenemos que tomar en consideración las palabras de Marx: ningún orden social desaparece antes de que todas las fuerzas productivas que caben en su seno se hayan desarrollado. Estamos llegando a este punto. Luego —continúa Marx— sobreviene el período de la revolución social [1]. El desafío consiste en navegar este mar de contradicciones interconectadas.
La lucha antiimperialista, en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial y hasta los “largos años 60”, fue librada por movimientos populares que luchaban por la liberación nacional, con el apoyo de Estados en transición como la Unión Soviética, China y Cuba.
A través del proceso de descolonización, los explotados y oprimidos consiguieron organizar movimientos que conquistaron la liberación nacional. Sin embargo, esos Estados recién nacidos seguían siendo víctimas de la explotación y de la opresión del centro imperialista aún dominante. En el difícil último cuarto del siglo XX, con Estados Unidos como único soberano del sistema-mundo, algunos de ellos volvieron a convertirse en agentes del imperialismo.
Sin embargo, con el declive del neoliberalismo y el ascenso de China, que están rompiendo la tendencia de dos siglos de polarización del sistema-mundo en torno a una estructura centro-periferia, los Estados del Sur Global han ganado margen y, por tanto, posibilidades de adoptar un punto de vista antiimperialista. En la actual oleada de antiimperialismo, los Estados en transición se han convertido en un actor económico y político más fuerte en el sistema-mundo, proporcionando espacio a otros Estados para alejarse del dominio imperialista, así como a los movimientos que apuntan hacia el socialismo.
Al igual que en los años 60, la contradicción entre el Norte, que intenta mantener su hegemonía, y el Sur Global, puede generar espacio para los movimientos y las naciones que luchan por avanzar hacia el socialismo. El desarrollo de las fuerzas productivas en el Sur Global los ha colocado en una posición mucho más favorable para lograr este objetivo que en los años 60. Estados Unidos sigue siendo el aspecto dominante de la contradicción principal, pero el Sur está a la ofensiva, cercando al centro. Mientras que el poder transformador del Tercer Mundo en los años 60 se basaba en su “espíritu revolucionario” —el intento de un dominio ideológico sobre el desarrollo económico—, el actual poder transformador del Sur Global se basa en su fuerza económica.
Las cosas pueden evolucionar más rápido de lo que esperamos. Las próximas décadas serán dramáticas y peligrosas. La transición no será un juego de niños. Veremos cambios repentinos en las alianzas políticas y, dentro de este escenario, tenemos que mantener el rumbo y ceñirnos a una perspectiva socialista clara. Al mismo tiempo, estamos trabajando bajo la presión del tiempo a causa del cambio climático.
La pregunta para nosotros aquí en el Norte Global es: ¿cómo podemos contribuir a la lucha? Mi experiencia procede principalmente de Dinamarca, uno de los países más favorables a la OTAN, que ha participado junto a Estados Unidos en Irak, Afganistán, Libia, Siria y, actualmente, en el Mar Rojo. Soy consciente de que existen diferencias en las condiciones sociales y económicas entre los distintos países del Norte Global, pero creo que también hay similitudes, lo que hace que mis reflexiones sean pertinentes.
El antiimperialismo en el vientre de la bestia
Al igual que en los años 60, los movimientos antiimperialistas en el centro se desarrollan a partir de la lucha en el Tercer Mundo: los vietnamitas entonces, los palestinos hoy. Nosotros no somos el motor de la lucha antiimperialista; son los explotados y los oprimidos del Sur Global.
Los antiimperialistas del Norte seremos una minoría, pero una minoría importante. Los refugiados y los trabajadores migrantes pueden ser un caballo de Troya antiimperialista dentro del Norte Global. Debido a su posición en la producción y en los servicios no son impotentes, y su vinculación con la familia y la esperanza en el desarrollo económico de su patria en el Sur Global pueden ser más fuertes que su lealtad a un Estado que apenas tolera su estancia.
Nuestro papel es apoyar política y materialmente la lucha en el Sur y garantizar que el centro no sea una base segura para el imperialismo. Esto nos convertirá en enemigos del Estado. El Estado intentará silenciarnos por todos los medios, desde la propaganda hasta la criminalización. Nos tacharán de traidores a la patria, pero es mejor eso que ser traidores de clase.
No gozaremos de un amplio apoyo popular en nuestra lucha. No seremos como un pez en el agua. La mayoría de la población del Norte Global apoya a la OTAN, pues cree que defiende su libertad y su modo de vida. Enormes sectores de la población están girando a la derecha, contra la inmigración. Sin embargo, debemos intentar convencerlos de que a largo plazo les interesa ser antiimperialistas y de que es peligroso ponerse del lado de la OTAN. Será una tarea difícil. Sin embargo, la persistente crisis política y económica en el centro proporcionará el caldo de cultivo para un cambio de actitud a largo plazo. Dicha crisis debe ser bienvenida, ya que acelerará el declive del centro imperialista. Debemos explicar que el declive de Occidente, tras 500 años de colonialismo e imperialismo, es algo que debemos aceptar, y que el ascenso del Sur Global y de un orden mundial multipolar puede conducir a un sistema-mundo más igualitario y sostenible. Una situación revolucionaria en nuestra parte del mundo no es posible sin la victoria del Sur Global sobre el imperialismo, y, por tanto, una crisis económica y política en el centro.
Ser antiimperialista, en nuestra parte del mundo, es algo que se elige ser. No se basa en las condiciones socioeconómicas. No es una necesidad. No tenemos que resistir para existir, como en Palestina.
Como miembro de organizaciones antiimperialistas en los últimos cincuenta años, he visto a camaradas ir y venir. Algunos pierden la confianza o el interés en el proyecto, en los reflujos de la lucha. Otros abandonan cuando el antiimperialismo ya no encaja en sus planes de estudio, su vida personal o su carrera profesional, argumentando que se hacen mayores, más maduros, más sabios, menos ingenuos… y así sucesivamente. Algunos, que consiguen puestos importantes o entran en los pasillos del poder, se avergüenzan de sus antiguas opiniones y relaciones personales. No se trata de una crítica personal. Estas son las condiciones de la movilización antiimperialista en el vientre de la bestia. La organización antiimperialista en el Norte Global es inestable y frágil. Debemos tenerlo en cuenta a la hora de construir organizaciones y desarrollar estrategias. Debemos buscar dedicación y disciplina, y camaradas que estén dispuestos a comprometerse en la larga lucha.
En las próximas décadas la lucha se intensificará, a medida que el capitalismo avance hacia el fin del juego. No será un paseo por el parque. Debemos prepararnos para ello a nivel organizativo y personal. Esto significa tener un análisis sólido de cómo se desarrollará el sistema-mundo en los próximos años. A partir de ahí podremos desarrollar una estrategia que pueda ponerse en práctica de forma concreta. Todo esto, no en términos abstractos y generales, sino del modo más específico y concreto posible. ¿Qué movimientos, organizaciones y naciones son las fuerzas antiimperialistas más importantes? ¿Cómo podemos apoyarlas política y materialmente? ¿Qué capacidades y formas de organización son necesarias para hacerlo en la etapa actual de lucha? También necesitamos un análisis del bando enemigo. ¿Cuáles son las organizaciones y naciones imperialistas más importantes? ¿Cómo podemos oponernos a ellas? ¿Cuál será su reacción ante nuestra resistencia? ¿Cómo podemos prepararnos mejor para este choque?
También debemos prepararnos a nivel personal. Estaremos bajo la presión tanto del Estado como de la sociedad que nos rodea, desde los grandes medios de comunicación y la cultura hasta los colegios y la familia. Elige tus luchas para no quemarte. Ho Chi Minh nos dio algunos consejos. Pueden sonar banales, pero tenlos en cuenta:
«Piensa antes de hablar.
Sé decidido cuando actúes.
Sé prudente cuando escribas.
Mantén la calma y la compostura a la hora de decidir.
Contrólate cuando te enfades.
Olvida tu melancolía.
Deja que tus penas personales vayan por la causa mayor».
En resumen:
1. El imperialismo es un sistema global y requiere una respuesta antisistémica global. El imperialismo no puede combatirse exclusivamente dentro de las fronteras de los Estados-nación, aislado de otras luchas.
2. El movimiento antisistémico debe estar coordinado globalmente, y sus prioridades deben establecerse en función de ello, no de manera oportunista según objetivos locales a corto plazo.
3. La lucha antiimperialista tiene su centro en el Sur Global, donde la explotación y la opresión son más urgentes, y la destrucción medioambiental mayor. Debemos apoyar las luchas populares en el Sur Global no sólo con palabras, sino con hechos y con medios materiales.
4. Nosotros, en el Norte Global, no debemos ser espectadores pasivos, esperando a que el proletariado del Sur Global cree una situación revolucionaria en nuestra parte del mundo. Debemos asegurarnos de que el Norte no sea una retaguardia segura para el imperialismo, lo cual implica luchar contra el nacionalismo de derechas, el racismo y, lo que es más importante, contra la intervención política y militar imperialista en el Sur Global.
5. Si nuestra lucha va más allá de las palabras, tendrá consecuencias. Debemos planificar y estar preparados para ello, a nivel personal y organizativo. ¿Cómo se desarrollará la lucha global en la próxima década? ¿Cómo podemos encajar yo y mi organización en el análisis de las fuerzas objetivas y subjetivas de la transición? ¿Qué tipo de apoyo podemos prestar? Las formas concretas y los medios a utilizar en la lucha dependen del tipo de organización, de la situación política y del lugar concretos.
6. La criminalización del antiimperialismo aumentará. A nivel personal, no es fácil estar en desacuerdo, no sólo con el Estado, sino también con la sociedad en general. Hay fuerzas poderosas que pretenden integrarnos en el sistema. Será difícil mantener una oposición clara al sistema y aceptar que las crisis económicas y políticas forman parte del “fin del juego” del capitalismo, y que debemos acogerlas con satisfacción.
¡Los oprimidos y explotados saldrán victoriosos!
Torkil Lauesen, junio de 2024
Traducción: Adrian Rojas
Notas
[1] Marx, Karl (1859). Prólogo a la «Contribución a la crítica de la economía política». En Obras Completas. Vol. 29. Moscú: Editorial Progreso, 1977.